Por SCG
En las entrañas de Nueva York, una ciudad conocida por su ritmo frenético y sus luces incesantes, existe un rincón donde el tiempo parece detenerse. Es en los acogedores pianos bar de la ciudad donde Ernesto Pineda, un trovador que ha hecho de esta urbe su hogar durante varias décadas, se convierte en el centro de atención. Con una voz tan dulce como su espíritu, Pineda ha conquistado los corazones de miles de seguidores, quienes acuden noche tras noche para escuchar sus melodías cargadas de sensibilidad y alma.

Ernesto Pineda, nacido en algún rincón de América Latina, llegó a Nueva York en busca de un sueño: el de llevar la música y la poesía de la trova a oídos que quizás nunca habían sido testigos de su magia. Desde hace años, su nombre resuena en los espacios íntimos de la ciudad, esos lugares donde la música se siente más cercana y personal, donde el piano y la guitarra son compañeros inseparables de las emociones humanas.

En su repertorio, Pineda mezcla sus propias composiciones con las inmortales obras de Pablo Milanés, uno de los referentes de la trova cubana. Las letras de amor, nostalgia, lucha y esperanza que caracterizan este género encuentran en la voz de Ernesto una nueva vida. Con una interpretación profunda y cargada de sentimiento, cada canción que interpreta es un viaje al interior del alma. También interpreta poemas de Nicolás Guillé, Antonio Machado y Nicanor Parra. Los asistentes a sus presentaciones son testigos de una magia única: la capacidad de Pineda para hacerles sentir emociones que habían creído olvidadas o nunca antes descubiertas.

A lo largo de los años, Ernesto ha desarrollado una fiel comunidad de seguidores, muchos de los cuales lo consideran no solo un artista, sino un amigo cercano, alguien cuyas canciones los han acompañado en los momentos más importantes de sus vidas. Sus actuaciones son íntimas, sinceras y siempre cargadas de una autenticidad que es difícil de encontrar en medio del bullicio de una metrópolis como Nueva York.

Uno de los aspectos más admirables de Pineda es su capacidad para conectar tanto con aquellos que comparten sus raíces latinas como con una audiencia internacional. Sus interpretaciones de temas como "Yolanda" o "El breve espacio en que no estás" de Pablo Milanés logran conmover tanto a hispanohablantes como a quienes no comprenden el idioma, pero sí sienten la pasión y el cariño que pone en cada nota.

Ernesto Pineda no solo es un trovador, es un puente entre culturas, una voz que resuena más allá de las fronteras del lenguaje y el tiempo. En cada presentación, en cada canción, en cada acorde, deja un pedacito de su alma, regalándole a Nueva York la dulzura de la trova y la calidez de su voz. Así, en una ciudad que nunca duerme, él logra que por un momento, todo se detenga.

Biografía

Ernesto Pineda, nacido en Vicente Noble, Barahona, República Dominicana, es un reconocido trovador que ha pasado décadas residiendo en Nueva York. Pineda ha cautivado a sus seguidores en la escena de los pianos-bar de la ciudad, donde combina canciones de su autoría con clásicos de trovadores como Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina. Su dulce y melodiosa voz ha sido su distintivo, despertando una profunda sensibilidad en el público que lo sigue fielmente, independientemente de las inclemencias del clima.

Desde joven, Pineda mostró su inclinación por la música, participando en la Sociedad Artística Vicentenoblense (SAVIN), que lo ayudó a desarrollar sus habilidades artísticas. En los años 70, tras ganar el primer lugar en el "Festival de la Voz" organizado por Rafael Solano, comenzó a ser reconocido a nivel nacional e internacional con la canción Que se repita esa noche. Inspirado por trovadores y boleristas como Joan Manuel Serrat, Lucho Gatica y Armando Manzanero, Pineda continuó su carrera en la música, estableciéndose en Nueva York en los años 90.

A lo largo de su trayectoria, ha lanzado varios álbumes, entre los que destaca Piano Bar, producido con la participación de grandes maestros musicales y grabado entre Miami y República Dominicana. Además, Pineda sobrevivió una dura batalla contra el COVID-19 en 2020, lo que no detuvo su carrera, ya que siguió ofreciendo conciertos privados y manteniendo vivo el espíritu de la bohemia neoyorquina.

Su legado como trovador sigue creciendo, y su vida está marcada por la resiliencia y el amor por la música.